miércoles, 4 de septiembre de 2013

Imaginario Templario Iconológico -3- Dos imágenes neotemplarias de 1828


El abate Gregoire (1750 – 1831) publicó una Historia de las Sectas Religiosas en las que ocupa un capítulo la Orden del Temple y los Neotemplarios de Fabré – Palapat (1773- 1838). De esta obra publicamos estas dos imágenes correspondientes al supuesto alfabeto templario, acompañado de una medalla neotemplaria de ocho puntas (ocho beatitudes) y la del gran maestre neotemplario (¿Fabre-Palapat?,  ¿Felipe, Duque de Orleans?).

Supuesto alfabeto templario, y medalla neotemplaria francesa

Gran maestre neotemplario en 1828

domingo, 1 de septiembre de 2013

Como de Templario, en Pérez Galdós

En el capítulo XVIII de "La campaña del Maestrazgo", Benito Pérez Galdós se convierte en un intérprete de capiteles románicos del claustro cisterciense e imagina en uno de ellos a un caballero templario (aunque errando en la interpretación dado que no eran cazadores).  Por ser un relato desconocido por la mayoría de los que siguen los temas templarios, lo transcribimos.


***

Por los desfiladeros del río de la Cenia, faldeando la Peña del Águila, pasaron de la zona de Rosell a Benifazá, y a la célebre abadía cisterciense fundada por D. Jaime, edificio devastado sucesivamente por tres guerras, la de las Germanías, la de Sucesión y la que ahora se relata. Daba pena ver su noble arquitectura mutilada por bárbaras manos: aquí señales de incendios, allá desplomados muros, la iglesia con medio techo de menos, la torre melancólica y sin campanas, con sus espadañas ciegas y mudas, las junturas pobladas de jaramagos y ortigas, y el claustro, en fin, con sólo tres costados, más triste que todo lo demás, y más poético y ensoñador. Aposentaron a D. Beltrán en un pasadizo entre el claustro y la iglesia, donde gozaba de la hermosa vista del despedazado monumento, que apreciar podía en su esbeltez de conjunto, no en sus riquísimos detalles. No era lego en arqueología el buen aragonés, y sentía verdadera pasión por el estilo llamado románico y su elegante austeridad: en tiempos más felices había visitado con entusiasmo de artista los monasterios de Veruela y San Juan de Peña; conocía el de Rueda como su propia casa, y todo lo románico y gótico del siglo XIII que encierran las ilustres villas y ciudades de Aragón. Se extasiaba recorriendo los venerables restos de la construcción medieval, los tres ábsides semi-circulares, el claustro, la sala del Capítulo, el palacio abacial; y tan dulce encanto encontró en aquella paz y en el poético lenguaje de las nobles y tristes piedras, que habría deseado permanecer allí todo el tiempo que su prisión durase.

También Nelet se sentía muy a gusto en el monasterio, que perfectamente cuadraba a su espíritu en aquella ocasión, como estuche ajustado a la joya que guarda. La dolencia que trajo de la Cenia se le calmó el primer día; mas repuntó al segundo con sus murrias negras y sus vibraciones nerviosas, anunciándole la visita de los entes infernales que con él se divertían. Los ratos libres de servicio pasábalos con D. Beltrán, sentaditos en un rincón del claustro, hablando cada cual de sus tristezas. Como el présbita que se hace leer un libro de letra menuda, Urdaneta rogaba a su amigo que le leyese el claustro, esto es, que examinara uno por uno los capiteles y el simbolismo que representaban, para poder él juzgar de obra tan bella, como si con sus propios ojos la deletreara. Después de describir varias esculturas en que no halló ningún interés, dijo Nelet con estupor: «¡Ay, aquí veo mi propia historia!... No, no se ría: es mi historia, que aquí representaron aquellos artífices algunos siglos antes de que yo viniera al mundo.

-¿Qué ves, hijo?

-En este capitel del ángulo, por la parte de dentro, veo un guerrero que adora a una penitente. Él está de rodillas; ella, en la tosquedad de estos relieves, ofrece gran semejanza con Marcela, los pies desnudos, suelto el cabello... En el capitel de fuera se ve la misma peregrina, con una cruz... Yo no estoy aquí... parece como si me hubiera ido... Debo de estar más allá... Déjeme ver... Aquí no estoy; forman el adorno unos como perritos o leoncitos, y luego sigue otro con cabezuelas de ángeles, entre las púas retorcidas de cardos borriqueros... ¡Ah! ya parecí... aquí estoy, en este otro capitel, y me tiene cogido por el pescuezo el demonio que se permite conmigo sus bromas cargantes... Sigue otro en que hay muchas mujeres chiquitas, desnudas, entre llamas, que son las hembras que deshonré y perdí, y por mi culpa están en el Purgatorio o en el Infierno...

-Hombre, no saques las cosas de quicio. Será otra leyenda que nada tiene que ver contigo... ¿Qué hay más allá?

-Pues un caballero con cruz en el pecho, como de Templario, con un cuerno de caza en el cinto, en la una mano una pica y en la otra un halcón.

-Caballero noble... Ese soy yo... No me niegues que puedo ser yo.

-¿Cómo he de negarlo, si hasta se le parece en lo airoso de la figura?... pues en el rostro tiene un cierto aire...

-Dime otra cosa... fíjate bien. ¿No estoy hablando con alguna dama de alta alcurnia, reina o princesa?

-No señor... Está usted solo.

-No puede ser. Puede que el tiempo haya desgastado la otra figura. Dama ilustre debe de haber, que me acompaña en el noble ejercicio de la caza; y si no es así, no soy yo el que miras, Nelet.

-Créalo usted o no lo crea, yo sostengo, amigo mío, que vivimos en estos pedruscos. Esto que aquí nos rodea no es cosa muerta; esto tiene alma, como la tienen los montes, el viento, las cavernas y los torrentes que cantan y rezan en las profundidades...

domingo, 4 de agosto de 2013

Los Templarios en Viollet le Duc




En el volumen noveno de su Dictionnaire raisonné de l'architecture française du XIe au XVIe siècle,Eugène-Emmanuel Viollet-Le-Duc escribió sobre la Orden del Temple y la arquitectura templaria. Lo transcribimos en francés y si algún alma caritativa lo traduce, lo publicaríamos muy gustosamente en castellano.

 
Diagrama geométrico de la gran rotonda de la iglesia del Temple en París, según Viollet le Duc

TEMPLE, s. m. Neuf chevaliers, compagnons d'armes de Godefroy de Bouillon, firent voeu devant Garimond, patriarche de Jérusalem, de se consacrer à la terre sainte[2]. Vivant d'aumônes, voués au célibat, consacrant tous les instants de leur vie à protéger les pèlerins, à détruire le brigandage et à combattre les infidèles, ils obtinrent de Baudouin II, roi de Jérusalem, de demeurer près du temple, dans une des dépendances du palais de ce prince. Dès lors ils furent appelés Templiers ou chevaliers du Temple, ou encore soldats du Christ (Christi milites).

Iglesia del Temple en París
Ces premiers chevaliers du Temple étaient soumis à la règle de Saint-Augustin. Ayant été admis près du pape Honoré II pour obtenir une constitution particulière, ce pontife les envoya au concile de Troyes, en 1128, où saint Bernard composa pour eux une règle fixe qui fut adoptée. Bientôt cet ordre devint un des plus riches et des plus puissants de la chrétienté. Du temps de Guillaume de Tyr, le couvent de Jérusalem comptait trois cents chevaliers et un nombre beaucoup plus considérable de frères servants. Des commanderies s'élevèrent sur tout le sol de l'Occident, en outre des établissements de Palestine et de Syrie. Les templiers, dès le XIIe siècle, possédaient des châteaux, des places fortes, des terres en nombre prodigieux, si bien que le P. Honoré de Sainte-Marie estime que les revenus de l'ordre s'élevaient à la somme de 54 000 000 de francs[3].

On donnait le nom de temples, pendant le moyen âge, aux chapelles des commanderies de templiers; ces chapelles étaient habituellement bâties sur plan circulaire, en souvenir du saint sépulcre, et assez exiguës. Bien entendu, les plus anciennes chapelles de templiers ne remontent qu'au milieu du XIIe siècle environ, et elles furent presque toutes bâties à cette époque.

Le chef-lieu de l'ordre, après l'abandon de Jérusalem par les Occidentaux était Paris. Le Temple de Paris comprenait de vastes terrains dont la surface équivalait au tiers de la capitale; il avait été fondé vers 1148, ou, d'après Félibien, au retour de la croisade de Louis VII. Au moment du procès des templiers, c'est-à-dire en 1307, les bâtiments du Temple à Paris se composaient de la chapelle circulaire primitive du XIIe siècle, qui avait été englobée dans une nef du XIIIe, d'un clocher tenant à cette nef, de bâtiments spacieux pour loger et recevoir les frères hospitaliers. Mathieu Paris raconte que Henri III, roi d'Angleterre, à son passage à Paris, en 1254, logea au Temple, où s'élevaient de nombreux et magnifiques bâtiments destinés aux chevaliers, lors de la tenue des chapitres généraux; car il ne leur était permis de loger ailleurs[4]. En 1306, une année avant l'abolition de l'ordre, le donjon était achevé; il avait été commencé sous le commandeur Jean le Turc. Ce donjon consistait en une tour carrée fort élevée, flanquée aux quatre angles de tourelles montant de fond, contenant des escaliers et des guettes[5]. L'étendue, la beauté, la richesse et la force du Temple à Paris, provoquèrent l'accusation portée contre eux. En effet, l'année précédente, en 1306, le roi Philippe le Bel s'était réfugié au Temple pendant les émeutes soulevées contre les faux monnayeurs, et, de cette forteresse, il put attendre sans crainte l'apaisement des fureurs populaires. Il songea dès lors à s'approprier une résidence plus sûre, plus vaste et splendide que n'étaient le Palais et le Louvre.

L'hospitalité magnifique donnée aux princes par les templiers, possesseurs de richesses considérables, sagement gouvernées, ne pouvait manquer d'exciter la convoitise d'un souverain aussi cupide que l'était Philippe le Bel. Plus tard l'hospitalité que Louis XIV voulut accepter à Vaux ne fut guère moins funeste au surintendant Fouquet.

Les derniers chevaliers du Temple qui quittèrent la Palestine revinrent en Occident, possesseurs de 50 000 florins d'or et de richesses mobilières considérables. Ces trésors n'avaient fait que s'accroître dans leurs commanderies par une administration soumise à un contrôle sévère. Le mystère dont s'entouraient les délibérations de l'ordre ne pouvait d'ailleurs qu'exagérer l'opinion que l'on se faisait de leurs biens. Dès qu'ils eurent été condamnés et exécutés, Philippe le Bel s'installa au Temple. Quant aux trésors, ils passèrent dans ses mains et dans celles du pape Clément V, complice du roi dans cette inique et scandaleuse procédure. Plus tard le Temple de Paris et les commanderies de France furent remis aux chevaliers de Saint-Jean de Jérusalem[6], puis de Rhodes et de Malte.

Cabecera de la iglesia del Temple en París, según Viollet le Duc
Sauval[7] s'exprime ainsi au sujet du Temple: «C'est une église gothique, accompagnée devant la porte d'un petit porche ou vestibule antique, et enrichi en entrant d'une coupe (coupole), dont la voûte est égale à celle du vaisseau, et soutenue sur six gros piliers qui portent des arcades au premier étage, et sur autant de pilastres au second, qui s'élèvent jusqu'à l'arrachement de la voûte. Cette coupe (coupole) est entourée d'une nef, dont la voûte a une élévation pareille à ces arcades. Cette partie d'entrée, qui est l'unique en son espèce que j'ai encore vue en France, en Angleterre et dans les dix-sept provinces, non-seulement est majestueuse et magnifique par dedans, mais encore fait un effet surprenant et plaisant à la vue par dehors.

Le circuit de ce lieu, dit Corrozet[8] (le Temple, ses dépendances et cultures), est très-spacieux et plus grand que mainte ville renommée de ce royaume; il est clos de fortes murailles à tourelles et carneaux larges, pour y cheminer deux hommes de front. Là sont plusieurs chapelles et logis en ruyne, qui servaient aux congrégations des templiers, chacun en sa nation... Y sont aussi plusieurs riches
bastimens nouveaux faits par les chevaliers de Rhodes, auxquels les biens desdits templiers furent donnez, et par conséquent ledit lieu du Temple, dont l'église est faite à la semblance du temple de Jérusalem....»

Réunissant les renseignements que nous avons pu nous procurer sur le Temple de Paris[9], nous donnons le plan de l'église (fig. 1). Larotonde datait de la première moitié du XIIe siècle. Après la sortie des templiers de la Palestine, cette rotonde fut augmentée au porche A, dont parle Sauval, et un peu plus tard de la grande nef B. Le bas du clocher C datait également du XIIe siècle, et l'étage du beffroi du commencement du XIIIe siècle.

Le porche A était à claire-voie dans la partie inférieure, et vitré dans la partie supérieure. Cette disposition, adoptée fréquemment pour les cloîtres, produisait ici un effet très-pittoresque, ainsi que le remarque Sauval. Une coupe longitudinale (fig. 2) fera saisir la disposition originale de ces constructions ajoutées à la rotonde primitive. En A, est le porche avec ses claires-voies latérales; au-dessus, les fenêtres vitrées. C'est à peu près la disposition quisubsiste à Aix-la-Chapelle, mais mieux entendue. La rotonde englobée avait conservé ses voûtes et son étage supérieur, qui formait saillie extérieurement sur les parois du narthex et de la grande nef[10]. Le triangle équilatéral avait été le générateur du plan de la rotonde. On sait que le triangle équilatéral était un des signes adoptés par les templiers. Des fragments de vitraux fournis par M. de Penguern, et provenant de la chapelle de la commanderie de Brelvennez, laissent voir la croix de gueules entourée de l'orle d'or des templiers et le triangle équilatéral. Dans la chapelle de Saint-Jean de Creac'h, près de Saint-Brieuc, sont placées plusieurs dalles tombales de chevaliers du Temple. Sur l'une d'elles est gravée une petite croix latine, et au-dessous une épée posée diagonalement; entre l'épée et la croix est un triangle équilatéral[11].

Il ne faut pas oublier que les fondateurs de l'ordre du Temple étaient au nombre de _neuf_ (carré de 3), qu'il ne leur fut permis d'ordonner de nouveaux frères qu'après neuf années, et que les nombres 3 et 9 se retrouvent fréquemment dans les chapelles des commanderies. La grande rotonde de Paris possédait à l'intérieur six piliers, et extérieurement douze travées (fig. 1). Son tracé n'avait pu être obtenu donc que par deux triangles équilatéraux se pénétrant, ainsi que l'indique la figure 3.
Planta de capilla templaria octogonal de Laon


La chapelle de la commanderie de Laon, qui date du milieu du XIIe siècle environ, est un octogone dont les côtés, intérieurement, ont neuf pieds. Cette chapelle (fig. 4) parait avoir été bâtie d'un seul jet, sauf l'abside, qui peut être quelque peu postérieure. Elle possède un porche ou narthex, avec tribune au-dessus, bâtie après coup, et qui était mise en communication avec les logis de la commanderie. Les murs de l'octogone ont trois pieds d'épaisseur, les contre-forts trois pieds de largeur. Une assise de bancs de pierre est disposée à la base des parois intérieures. Voici (fig. 5) la coupe longitudinale de cette chapelle. La voûte est construite à pans, avec nervures saillantes sous les arêtes rentrantes.

Les dispositions de ces chapelles exiguës, avec sanctuaire peu important, indiquent assez que les chevaliers du Christ ou du Temple n'admettaient pas le public pendant les cérémonies religieuses. Ces chapelles servaient aussi de lieu de séances pour les délibérations, qui, d'ordinaire, se tenaient la nuit. D'ailleurs d'une extrême sobriété d'ornementation, ces petits monuments du XIIe siècle se ressentent de l'influence de l'abbé de Citeaux, qui avait rédigé les statuts de l'ordre. Cette simplicité se retrouve sur les dalles tumulaires que l'on rencontre encore dans ces édifices; dépourvues d'inscriptions, elles ne montrent que la croix de l'ordre, une épée, un triangle ou quelques attributs, très-rarement des écussons armoyés[12]. Dans la chapelle de Laon, trois de ces tombes existent à l'entrée du sanctuaire; elles sont ornées de la croix pattée en gravure.

Les templiers possédaient en Syrie et en Occident un grand nombre de châteaux et de forteresses[13]. Obligés de quitter la terre sainte après le siége d'Acre, en 1291, rentrés en France, en Angleterre, en Espagne, où ils possédaient des commanderies, et rapportant avec eux de grandes richesses, malgré les désastres de leur ordre, ils employèrent ces trésors à augmenter et à embellir leurs résidences; leurs loisirs, à former, dans l'État féodal déjà vers son déclin, une corporation compacte, puissante, occupée d'intrigues diplomatiques, hautaine, avec laquelle tous les pouvoirs devaient compter. Leurs grands biens, administrés avec économie à une époque où tous les propriétaires terriens et les suzerains eux-mêmes manquaient toujours d'argent, leur permettaient de prêter des sommes importantes: il est à croire que ce n'était pas sans intérêts. Une pareille situation leur créa de nombreux et puissants ennemis, et le jour où Philippe le Bel, qui était parmi leurs débiteurs, se décida à les faire arrêter et à leur intenter le plus inique et le plus monstrueux procès, le roi eut pour lui l'opinion de la féodalité, du clergé et des établissements monastiques. Le mystère dont s'entouraient les templiers prêtait merveilleusement aux accusations absurdes auxquelles ils furent en butte. Il est certain que l'ordre des Templiers, la Palestine perdue, devenait pour les États de l'Occident un grand embarras, sinon un grand danger. Le coup d'État qui supprima cet ordre délivra le pouvoir suzerain d'un des nombreux périls qui l'entouraient, mais lui enleva dans l'opinion du peuple une partie de la foi en sa justice et en sa grandeur morale que Louis IX avait su imposer à toutes les classes du pays.

Alzado de la capilla templaria octogonal de Laon


 NOTAS

[Note 2: Ces neuf chevaliers sont: Hugues de Payens, Godefroy de Saint-Omer, André de Montbard, Gundomar, Godefroy, Roral,
     Geoffroy Bisol, Payen de Montdésir, Archambaud de Saint-Aignan, ou, suivant _Lejeune_, Hugues, comte de
     Champagne, fondateur de Clairvaux.]
 
     [Note 3: Voyez l'_Histoire des chevaliers templiers_, par Élizé de Montagnac. Paris, 1864.]
 
     [Note 4: Voyez Dubreul, Théâtre des antiquités de Paris, livre III.]
 
     [Note 5: C'est dans ce donjon que Louis XVI fut détenu en 1792.]
 
     [Note 6: C'est en 1317 que par une transaction passée entre les chevaliers hospitaliers et Philippe le Long, il est
     démontré que le séquestre des biens des templiers s'était prolongé jusqu'en 1313. Donc la couronne avait perçu, pendant
     une période de six ans, les énormes revenus de ces biens; de plus, tous les biens meubles et les trésors étaient restés
     entre les mains du roi.]
 
     [Note 7: Livre IV, p. 454.]
 
     [Note 8: _Antiquitez de Paris_, G. Corrozet Parisien, 1586, part. I, p. 108.]
 
     [Note 9: Voyez le plan de Paris de Verniquet, le grand plan de Mérian, les gravures d'Israël Sylvestre, l'oeuvre de
     Marot: _l'Architecture françoise_.]
 
     [Note 10: Voyez les gravures de Marot et d'Israël Sylvestre.]
 
     [Note 11: _Hist. des chevaliers templiers_, par Élizé de Montagnac. Paris, A. Aubry, 1864. Les francs-maçons ont
     prétendu continuer l'ordre du Temple, et posséder même un testament ou charte de transmission d'un grand maître dont le
     pouvoir secret avait été reconnu par les frères postérieurement à la mort de Jacques de Molay.]
 
     [Note 12: Une des tombes de la chapelle de la commanderie,près du hameau de Creac'h, présente une croix ancrée,
     accostée à gauche d'une épée, à droite d'un écusson à sept macles trois, trois, un, qui est Rohan ancien. (_Hist. des
     chevaliers templiers_, ouvr. déjà cité, p. 135.)]
 
     [Note 13: Parmi les châteaux importants que les templiers avaient élevés en Syrie, nous citerons ceux de Tortose
     (Antarsous) de Safita, d'Areymeh, de Toron et d'Athlit. Ces châteaux renferment habituellement un gros donjon carré ou
     sur plan barlong et leurs enceintes sont également flanquées de tours quadrangulaires. «Les châteaux de Safita, d'Areymeh,
     d'Athlit, et surtout la forteresse de Tortose», dit M. G. Rey, dans son _Essai sur la domination française en Syrie_,
     «nous fournissent une série de types permettant de donner une étude aussi complète que possible de cet art, dont les
     meilleures productions se trouvent dans les principautés d'Antioche et de Tripoli, si riches, la première
     particulièrement, en monuments byzantins.» Tortose, adossée à la mer, fut la dernière place qu'occupèrent les templiers en
     Orient. Ils n'évacuèrent cette forteresse que le 5 juin 1291.
     En Occident, les templiers adoptèrent également, pour la construction de leurs donjons, le plan carré ou barlong.
     C'est sur cette donnée qu'était bâtie la tour dite de Bichat, à Paris, et qui ne fut détruite qu'en 1855. (Voy. TOUR.)]

domingo, 12 de mayo de 2013

Guía templaria de Guadalajara, un año cumplido con buena acogida



Así es, en efecto: el 12 de mayo de 2012 presenté la Guía Templaria de Guadalajara en la Feria del Libro de Guadalajara,  muy bien editada por aache (nuevamente he de dar las gracias a Antonio Herrera Casado por confiar en mí para esta obra en la que me volqué totalmente).

Es un libro que ocupa un lugar muy especial en mis ensayos sobre la Orden del Temple. Durante la gestación de la Guía Templaria de Guadalajara disfruté mucho y pude comprobar que aún había muchas cosas por explicar, y así lo hice, especialmente en lo que respecta a la historia del procesamiento contra los templarios. Aunque igualmente incidí en muchas interpretaciones esotéricas, sobre todo en lo referente a Santa Coloma de Albendiego, Santo Alto Rey y Campisabalos (ampliando y mejorando lo que había escrito años atrás respecto a Albendiego y Santo Alto Rey en Esoterismo Templario  que es un libro agotado hace ya unos años).

El libro fue muy bien recibido por los amantes del templarismo, especialmente en la Guadalajara Templaria, y que recibió diversos parabienes, como el de la revista Más Allá.



sábado, 16 de marzo de 2013

Consideraciones sobre los ribats-rábidas-rábitas, IV

Cuarta entrega de textos selectos sobre las rábitas y los ribats en territorio de al Andalus, complementado con fotos de una atalaya bereber cercana a la ermita soriana de San Baudelio.
 


El ribā , sustituto del ğihād : De un espiritu militarista a una espiritualidad interiorizada

Francisco Franco- Sánchez
(Transcrito de este ensayo)

(...) A lo largo del primer siglo del Islam hubo una autentica guerra religiosa expansiva, pero, al final del siglo I de la Hégira, habiendo llegado al límite de la expansión posible, en la práctica desapareció la posibilidad de continuarla. De este modo, bien pronto los creyentes tuvieron que dedicarse a consolidar sus fronteras. Esta conquista territorial en su sentido primero y estricto es “sagrada”, “santa” en cuanto a que se constituyo como el medio legitimo paraextender y asentar el credo islámico.

En consecuencia, desde la propia época del profeta Mahoma ya encontramos enunciado el principio de la “defensa activa de la religión y de los musulmanes”, como un concepto heredado desde muy antiguo, articulado como tal en los mismos albores del islam bajo el nombre de ğihād. En esta primera época ya presenta unas claras implicaciones religiosas (defensa de la religión ante los ataques externos), pero también socio-económicas (defensa
de los musulmanes y sus posesiones en caso de que sean atacados). 

Una abundante literatura piadosa, que se hace remontar al Profeta, exhorta a los musulmanes a participar en el ğihād, como uno de los preceptos fundamentales del Islam.  Según se afirma en los tratados religiosos el ğihād es la cumbre de la perfección en la práctica musulmana, de modo que morir ejercitándolo es el camino más directo para ir al Paraíso. También ha sido calificado como el mejor servicio que se le puede hacer a la comunidad de los creyentes, y hay que resaltar que tal precepto supone una doble implicación: relacionada por un lado con la salvación personal y por otro con el patriotismo. En este sentido, tiene un claro carácter de espiritualidad en defensa de la colectividad, y por tanto su ejercicio es comunitario, no individual.

(...)   Con posterioridad al siglo I de la Hegira se reduce mucho la posibilidad de acudir a un ğihād legalmente proclamado bien porque las fronteras quedaban ya lejos, bien porque las autoridades legales encargadas de organizarlo se desentendian, etc.

Según refieren los hadices, el profeta Mahoma aconsejo para ese momento una manera peculiar de hacer el ğihād: el ribā.  Etimologicamente ribāsignifica “atadura, ligaduray consistía en acudir a las fortalezas de la frontera a prestar un servicio militar, que puede ser activo, y que generalmente era más piadoso y pasivo y, llegado el caso, defensivo, que ofensivo o agresivo.
Atalaya bereber cerca de Bordecorex (donde murió Almanzor) y de la ermita de San Baudelio (Soria)

 El ribāo defensa de las fronteras de los territorios islamicos es, por tanto, un modo de sustituir el ğihād cuando este ya no puede realizarse, en especial porque no haya una guerra declarada legalmente por la autoridad islamica competente; si no hay tal guerra oficialmente declarada, no le era posible al fiel acudir a arrimar el hombro en la lucha “en el camino, por la senda de Dios” (fīsabīl Allāh), como expresa la formula islamica.

Derivada del precepto del ğihād, la importancia del precepto del ribāreside mas en la esperanza del premio celestial de quienes se “esfuerzan en el camino de Dios” (yuğāhidūna fī sabīl Allāh)  que en el precepto u obligación de servir con las armas a la  sociedad / comunidad islámica, expresado en tantas ocasiones en el Corán, una especie de “todo por la patria” muy lógico en una sociedad política como es la islámica, en la que también son importantes las necesidades militares.

Ante la llamada obligatoria de la autoridad musulmana a las guerras, que se declaran por necesidades del ğihād, el ribāṭ se conforma como una recomendación de devoción, adoptada libremente por piadosos musulmanes que desean la perfección en su vida como creyentes, tal y como lo expresa el Corán...


(...)  La espiritualidad de sacrificio, exteriorización de un profundo sentimiento de devoción, es el motor que lleva al musulmán a los lugares de peligro, allí donde se requiere su colaboración esforzada. Estos sitios son los rubut (pl. de ribāt) enclaves que pueden estar más o menos fortificados, que pueden ser fortalezas, o sitios sin pretensiones arquitectónicas. Allí ofrece su colaboración, mientras ejercita y desarrolla su espiritualidad de oración, a la espera de “arrimar su hombro” y espada, si fuere necesario, en un momento de peligro o de necesidad.
Atalaya de la Veruela, entre Caltojar-Bordecorex (Soria), cerca de San Baudelio

No es, por tanto, imprescindible que haya una fortificación, sino una necesidad de defensa, muchas veces necesidad solo hipotética y lejanamente real. Esta es la justificación  indispensable para que una zona sea considerada una región de ribā, y, en consecuencia, que esta circunstancia mueva a unos esforzados fieles a desear desarrollar su espiritualidad en el/los lugar/es de ribāque en la región podran hallar.

Cuando el devoto cumpla el tiempo que haya previsto destinar para este piadoso menester volverá a su tierra de origen. O acudirá a otra frontera en que se le necesite mas. El elemento de temporalidad, de voluntaria disponibilidad de persona y espíritu, pero durante un periodo más o menos largo de tiempo, es lo que diferencia a estos murābitum  voluntarios de los habitantes residentes habituales de los tuġūr y de los soldados acantonados en las fronteras.

Esa espiritualidad es el elemento esencial, el motor que les lleva al supremo esfuerzo, a la máxima disponibilidad por los demás: la de la propia vida. Si Allāh la demanda o no, acabara dependiendo de lo que para cada uno haya previsto. En conclusión, el elemento militar es secundario y hasta circunstancial, muy por detrás del espiritual.

Algunos investigadores diferencian entre los rubut de uso preferentemente militar y aquellos edificios de uso religioso. Hay que precisar que todos son de uso religioso. La disponibilidad militar -como se ha dicho antes- surge de una motivación religiosa. Esta diferenciación, por tanto, no es tal.

Evidentemente, por mucho que se desee, no siempre es posible acudir a un lugar de ribā, alli donde haya una necesidad real o no de vigilar en defensa activa para el resto de los musulmanes. La rābita surge cuando se hace difícil ir muy lejos, por muy diversos motivos. Despojado del accesorio elemento “militar”, se crean estos edificios/instituciones con la finalidad de poder desarrollar en ellos el esencial elemento espiritual que anima al antedicho precepto del ğihād. Así sí, se denominó el ğihād aaġīr, o “esfuerzo menor” al militar, frente al  ğihād al-kabīr, o “esfuerzo mayor”, al espiritual

Cuando estaban lejos las fronteras peligrosas o no era fáacil acudir a ellas, se hicieron muy necesarias las rabitas para una población musulmana creciente, de modo que proliferaron en el entorno periurbano de cada ciudad importante; se convirtieron así en rabitas comarcales.  La abundante y variada huella toponímica que han dejado estas rabitas da fe de su presencia. Cuanto más avanzado el periodo islámico más abundan; hasta llegar a la enorme proliferación de oratorios que encontramos en el reino nazarí de Granada.

(...) La temporalidad de la asistencia de las gentes, las peregrinaciones a las mismas en el mes de muarram y sobre todo en ramadān, las sesiones de lecturas coránicas día y noche, la meditación y el estudio continuos, la frugalidad en el comer y la austeridad en el vestir, todas son peculiaridades en que coinciden las fuentes árabes aplicándolas a  rábitas o zāwiyas en general.  Son por ello extrapolables a cualquiera en particular.

La fundación de las rábitas es una iniciativa privada, a instancia de los particulares. Recuérdese la lápida fundacional de las rábitas de Guardamar. Cualquier personaje notorio podía fundar, contribuir ocasionalmente con sus donaciones o constituir un habiz en su beneficio. No conocemos caso alguno de rábitas de fundación “pública”; estos casos quedaban reservados para las mezquitas, por su mayor relevancia religiosa y por acabar siendo estas el verdadero espejo de un gobierno o una dinastía.

Consideraciones sobre los ribats-rábidas-rábitas, III

Tercera entrega de esta selección de textos sobre los ribats-rábidas-rábitas, en esta ocasión es parte del ensayo "En torno al morabitismo en la Serranía de Ronda: Una propuesta para el análisis de sus rábitas y zāwiyas", escrito por Virgilio Martínez Enamorado y Manuel Becerra Parra. Lo transcribimos.


Tipología de morabitos en Ronda y su entorno


Podríamos establecer distintas funcionalidades para las rábitas rondeñas, lo que como resultado da una tipología de tres clases de instalaciones diferenciadas entre sí.

1.  Habría un grupo de oratorios urbanos o periurbanos en la ciudad de Ronda, “morábitos” que los conquistadores confunden con “mezquitillas” por ser de reducidas dimensiones en relación con las mezquitas de barrio (masāŷid al-ḥawma); el término que se emplearía para estos oratorios sería indistintamente el de rābiṭa y zāwiya, englobados uno y otra tras la conquista bajo el uniformizador “mezquita”. En esta categoría entran indudablemente algunas o muchas de las “mezquitillas” que comparecen en la documentación castellana y que faltan en el repartimiento rondeño: la mezquita con monasterio cerca del Guadalcobacín, el denominado Fuerte Baussain, la Rábita Alta y –estamos seguros– alguna otra que no ha sido detectada en la documentación por hallarse camuflada, como ha quedado dicho, bajo la denominación de simple mezquita.

2. Habría rábitas de alquería, emplazadas en el punto más elevado de las mismas y representación en última instancia de su “identidad”, consagradas a santones locales, casi siempre sus fundadores, y gestionadas por la comunidad una vez que aquéllos desaparecieron. A esta modalidad pudieron pertenecer las rábitas de Parauta y Benarrabá, así como laconstrucción que tuvo que existir en el llamado Cerro de la Mezquita de Genalguacil.

3. Rábitas de delimitación de términos, emplazadas en lugares muy aislados y a una considerable altura; fundadas también por santones locales, cumplían no sólo con las funciones expresadas para la anterior modalidad, sino también con la de delimitación de términos comunales dependientes de las alquerías emplazadas más abajo. De ahí que la documentación castellana aporte una valiosa información sobre estos establecimientos. En este grupo, se incluyen las rábitas del Cerro Malhacer (rābiṭat Mawlay Abū l-Ḥasan), la de San Cristóbal (Rābiṭat Mawlay Ḥasan), la de Montejaque (Rābiṭat Muntšāqir) o la de Natías (Rābiṭat ‘Ayn ‘Attūš), la rábita entre El Havaral y la tierra de Marbella y una buena parte de las “mezquitillas” y “mezquitas” que Gozalbes recoge en distintos lugares elevados de la Serranía: el oratorio de los moros que figura en el Repartimiento de Ronda y que se encuentra en el término de Jerez de la Frontera; la mezquitilla del deslinde entre Gibraltar y Jimena, por un lado, y Gaucín y Casares, por otro; la del deslinde entre Jimena y Casares; o la Casa de la Mezquitilla de Ubrique y la Mezquitilla del Apeo de Monda, en el deslinde entre Marbella con Monda, tras la Cudialhalanih.