viernes, 21 de diciembre de 2012

Templarios en Burguillos del Cerro, estelas de Santa María de la Encina


Selección de textos del ensayo El conjunto funerario medieval y postmedieval de Santa María de la Encina (Burguillos del Cerro, Badajoz)  de Víctor M. Gibello Bravo, publicado en la revista Caesaraugusta, nº 78. 2007, pp.: 739-748.  Las fotografías a color de las cinco primeras estelas -en las que proliferan las estelas con cruces patadas- han sido tomadas por Isidoro Terrón Calvo, autor del libro Los Templarios en la Baylía de Xerez - Parte Primera al que agradezco su colaboración.








 Transcripción selectiva del ensayo
El conjunto funerario medieval y postmedieval de Santa María de la Encina (Burguillos del Cerro, Badajoz)  de Víctor M. Gibello Bravo

La Orden del Temple en Burguillos del Cerro

Desde un punto de vista histórico, y centrándonos en la cronología objeto de esta comunicación, la zona es conquistada a los musulmanes en 1238 por parte de mesnadas castellanoleonesas; poco después Fernando III confirma la posesión de la villa a la Orden del Temple.

Un privilegio de Alfonso X, fechado en Sevilla el 8 de marzo de 1283, hace referencia a este hecho, e indica cómo las localidades de Burguillos y Alconchel ya fueron donadas tiempo atrás a la orden de los templarios por el rey Alfonso IX de León. De este modo, las hoy tierras de Burguillos entran a formar parte de las posesiones de la Orden del Temple junto con Cheles, Higuera de Vargas, Jerez de los Caballeros, Villanueva del Fresno, Valencia de Mombuey, Zahínos, Oliva, Fregenal, Higuera la Real, Bodonal, Valencia del Ventoso, La Atalaya, Valverde de Burguillos, Alconchel, Táliga y, poco después, Olivenza para conformar el extenso bayliato de Jerez.

Ante la repentina disolución de la Orden en 1312 a instancias del Papa Clemente V, Burguillos es donada al reino de Portugal por breves años, para, una vez vuelta a la corona castellana como tierra de realengo, ser entregada a diversos miembros de la nobleza lo largo del siglo XIV. En 1394 la villa es concedida por Enrique III a Diego López de Zúñiga, permaneciendo en manos de esta familia, más tarde Zúñiga y Béjar, hasta la abolición del régimen señorial, acaecida en el siglo XIX.

Santa María de la Encina en Burguillos del Cerro

La iglesia de Santa María de la Encina se emplaza sobre un pequeño espacio amesetado, en la ladera del cerro que corona el castillo, cerro que domina la villa y su término.

A fines del siglo XIV o inicios del XV, ocupando un área funeraria posiblemente vinculada con un edificio cultual más antiguo no localizado aún, se decide construir una iglesia de advocación mariana con cabecera cuadrangular a la que se unen la sacristía y una sola nave.

El testero, de mayor anchura y altura que la nave, resultó sumamente macizo, hermético, tan sólo abierto por dos singulares ventanas geminadas y una puerta que comunica con la sacristía, adosada en el lienzo S. del ábside.

Sondeos arqueológicos


La intervención arqueológica desarrollada en la iglesia de Santa María de la Encina de Burguillos del Cerro, se centró en la realización de sondeos puntuales de diferente amplitud en lugares concretos tanto del interior del templo como de su periferia más próxima.

Si bien lo idóneo hubiera sido excavar la totalidad del edificio cultual así como sondeos puntuales en el exterior del mismo, hubimos de acometer unos trabajos mucho menos ambiciosos, condicionados por los inevitables problemas presupuestarios y por estar la intervención arqueológica inserta en un proceso de restauración general del inmueble.

Necrópolis plenomedieval

Después de la conquista cristiana de Burguillos del Cerro, los repobladores norteños reorganizaron completamente la vida del lugar, dotando la villa de centros de culto cristianos, de los que posiblemente carecería. En este proceso de asentamiento de la nueva sociedad, organización económica y religión, de una nueva cultura en suma, parejo de aquel otro que no pretendía sino erradicar la precedente, ha de inscribirse la construcción de al menos una iglesia en la cual pudiera celebrarse culto.  

Sabemos por fuentes documentales de la existencia en Burguillos de un templo al menos desde 1252, pero desconocemos qué advocación tendría; en la localidad existieron desde época medieval hasta fines del siglo XVIII dos parroquias, por tanto, la información puede ser relacionada con cualquiera de ellas.

Contrariamente a lo que sucede con el edificio dedicado a Santa María, que carece de elementos fechables en el siglo XIII, la iglesia de San Juan Bautista de Burguillos del Cerro  presenta, al menos desde una perspectiva hipotética que esperamos pueda confirmarse en intervenciones futuras, partes de su estructura en las que vislumbramos una cronología perfectamente vinculable con tiempos inmediatamente postconquista; entre ellos el lienzo E. de su cabecera, profundamente trasformado a fines del XV o inicios del XVI con una reforma general del edificio.

La intervención arqueológica realizada en Santa María de la Encina permitió que fueran desechadas antiguas teorías que sostenían el pasado templario del edificio del siglo XIII por tanto, no siendo documentado resto alguno de cultura material que nos permitiera corroborar las antiguas afirmaciones.

Sin embargo, y pese a que en las fábricas del templo no existan restos materiales plenomedievales, sí estamos en disposición de confirmar la presencia en la zona en la que se alza el inmueble de una necrópolis cuya datación centramos en el siglo XIII (después de 1238).

El templo bajomedieval de Santa María se alza sobre un amplio espacio funerario previo cuya extensión no hemos podido precisar al tener la excavación realizada unas dimensiones muy limitadas, pero que ocupa una amplia superficie mucho mayor que la del edificio gótico. Desconocemos la ubicación de la iglesia con la que se relaciona el cementerio, quizás se trate de la antigua parroquia de Santa María elevada inmediatamente después de la conquista, pues la advocación del templo se encuentra entre las habituales del Temple, Orden que elevó numerosos oratorios marianos. Aunque  no estemos en disposición de establecer la posición exacta del santuario original, sí podemos afirmar con rotundidad que no ocupó el mismo espacio físico, ya que carecemos de restos constructivos de ese momento histórico y en tanto que la existencia de enterramientos en el lugar niega esta posibilidad.


Características de la necrópolis altomedieval

La necrópolis más antigua, de la que hemos documentado 31 enterramientos, 18 de los cuales presentaban restos óseos, es datada entre el segundo tercio del siglo XIII y mediados del XIV; las características que la definen son las que a continuación presentamos.

 — Apertura de fosas excavadas en la roca bien del tipo antropomorfo o bien del tipo «bañera».
— Cubierta de las fosas con lajas de pizarra.
— Relleno de sepulturas con la propia tierra removida en la apertura de las fosas.
— Orientación tanto de difuntos como de fosas oeste-este (cabeza-pies).
— Posición de decúbito supino con brazos doblados bien sobre el pecho bien sobre el vientre.
— Frecuente reutilización de las sepulturas, lo que conlleva mover el finado hasta el fondo de la fosa o bien exhumarlo para depositarlo en un osario.
— Inhumación ocasional de dos cuerpos en una misma fosa en momentos diferentes, hecho que provoca que el primer difunto sea descolocado o que el finado más reciente ofrezca una posición extraña, no concordante con la disposición convencional repetida en todos ellos, al tener que adaptarse tanto al primero como a las dimensiones de la fosa.

 — Escasa presencia de marcadores de enterramiento (estelas o piedras hincadas) a excepción de casos puntuales. Este hecho puede ser justificado de dos modos: bien por el reempleo de estos marcadores en etapas posteriores, con lo cual su ausencia sería fruto del expolio; o bien, por tratarse de elementos relacionados con el estatus social y/o económico, por lo que estarían sólo al alcance de unos pocos individuos de la localidad y no de la mayoría de la población.
— Inexistencia de ajuares acompañando al difunto.
— Inhumación de los muertos desnudos, posiblemente en el interior de un lienzo o sudario.
— Ausencia generalizada de ataúdes, depositándose los difuntos sobre el fondo de la fosa excavada en la roca en todos y cada uno de los casos en los que hemos trabajado.

Vídeo en el que sale Santa María de la Encina y el castillo templario


No hay comentarios:

Publicar un comentario