La escatología es uno de los elementos fundamentales en
el islam y cuentase, por otro lado, que en la cripta de los oratorios el
Profeta quiso indicar cuando acabará el mundo puesto que clavó sobre una
plancha de jaspe, incrustada en el suelo, un total de diecinueve clavos. Cada
uno de ellos va desapareciendo al cumplirse un siglo, y milagrosamente es a su
vez clavado como fijación del Trono de
Dios. Así lo relata Manuel Ibo Alfaro, historiador y escritor, miembro del
Consejo Supremo de los Caballeros Hospitalarios y caballero de la Real, Militar
y Pontificia Orden del Santo Sepulcro que tuvo la suerte de poder acceder a
este lugar en 1877, fruto de una inteligente gestión diplomática ante las
autoridades turcas.
Informa este riojano ilustre que, hasta 1857, sólo los
musulmanes podían acceder a la explanada y, por tanto, al Domo y a al-Aksa. Con tal
rigor se aplicaba esta norma que si alguien osaba transgredirla se le cortaba
la cabeza sin el menor aviso. A partir de ese año se permitió el acceso a la
oficialidad francesa en agradecimiento del sultán turco al gobierno francés por
su apoyo en la Guerra de Crimea.
Hoy día el acceso, con ciertas limitaciones de
horarios, se permite a cualquier persona. No obstante, el Rabinado Principal de Jerusalén tiene prohibido pasear por esta
Explanada del Templo a cualquier judío, justificándolo por el sacrilegio que
podría cometer el creyente judío si pisara el solar donde estaba ubicado el Sancta Santorum dado que dudan que
rodease a al-Sakra. "Podría estar en cualquier lugar",
aducen.
El alma poética y el profundo espíritu religioso
cristiano de Ibo Alfaro captó la sacralidad de al-Sakra y su simbolismo arquetípico como Centro del Mundo. Quedóse embelesado: "Seducido por mágicas ideas, me quedé inmóvil junto a aquel
peñasco... Miraba la Roca de Moria y a fuerza de mirarla quería ver en ella
algo de lo mucho grande que en ella fue; quería ver el Arca santa, y las Tablas
de la Ley, y el Altar de los holocaustos... Aquella mezquita plantada sobre el
Sancta Sanctorum del templo de Salomón es, sin duda alguna, el primer edificio
del Oriende y del Occidente; siempre, siempre lo que se ha sentado sobre el
monte Moria, siempre ha sido lo más grande del mundo".
Si la
numinosidad de este enclave plagado de epifanías e hierofanías provocó esta
impresión y sentimiento en Ibo Alfaro, en las postrimerías del siglo XIX, ¿qué
acaecería en la mente y el alma de los monjes caballeros del Temple setecientos
años atrás..?
Tres octógonos concéntricos caracterizan el interior del
Domo: el central contiene La Roca y los otros dos conforman en derredor suyo un doble
deambulatorio.
Hay un relicario junto a la
balaustrada de madera que protege la roca, y que era de hierro forjado en la
Edad Media, colocada por los cruzados para impedir que los peregrinos se
llevasen trocitos de piedra como reliquia, cual sucedía en la iglesia de la Ascensión de Jesús. Junto a la
balaustrada existe un relicario plateado con varios pelos de la barba de
Muhammad que son expuestos a los fieles un día del mes del Ramadán.
Durante la etapa de las Cruzadas se habilitó como
iglesia con la denominación de Templum
Domini, "Templo del Señor", y los canónigos regulares de San Agustín
eran los que oficiaban los ritos cristianos. Pues bien, los Templarios fueron
los verdaderos custodios de este santuario como lo prueba algunos de sus sellos
con la figura exterior del Domo y la
inscripción en su borde de Templum
Domini.
NOTA: texto correspondientea mi libro Esoterismo Templario, ya agotado. También se incluye en el libro Temas de Estudios Templarios I, con más datos sobre la Explanada de las Mezquitas
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